Te
fuiste de mi lado.
En
silencio fue tu partida.
Mi
corazón se ha desangrado
por
tan súbita despedida.
Tu
espíritu luchador
a
la vida se aferraba.
Más
Dios, desesperado,
a
su lado te llamaba.
En
ángel te has convertido.
Velando
por nosotros estás.
Aguardando
que se cumpla la cita
de
reunirnos en la eternidad.
Sin
embargo, me parece tan lejos…
Quisiera
ahora poderte abrazar.
Te
busco, te llamo. No te encuentro.
Dime…
¿Cómo me he de consolar?
Tu
amor incalculable
mis
faltas por alto pasó.
Porque
el querer de una madre,
ese,
no tiene comparación.
Sé
que en el cielo habitas.
Al
lado de Dios has de estar.
Aguardaré
paciente el día
en
que nos volvamos a encontrar.
Entonces
será para siempre.
Nada
ni nadie nos podrá separar.
No
temeré cuando llegue mi momento
pues
tu presencia me confortará.
Me
esforzaré por ganar el cielo
para
no perderte nunca más.
Mientras
tanto, guía mis pasos.
Ilumina
mi senda, enséñame el camino.
Que
tu presencia me rodee siempre
hasta
que se cumpla mi destino.
A
mi madre y a todas las madres que han sufrido en la vida, y ahora que
soy madre sé que una madre es una guía, un ejemplo a seguir y algo
que nunca falla.
Por
Mª Carmen Ávila Pacheco
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