Este
cuento lo he escrito con todo mi cariño y con un mensaje clarísimo,
espero que os guste.
Erase
una vez un hombre mediocre, que no se sentía a gusto consigo mismo.
No era especialmente guapo ni brillante, a su vez tampoco su familia
destacaba por nada: su mujer era del montón, sus hijos aún siendo
buenos, no eran perfectos, le hacían enfadar de vez en cuando. En
cuanto a su trabajo era rutinario, monótono. Después de ocho horas
se iba a casa sin haber hecho nada que no hubiese hecho el día
anterior. ¡Un asco!, pensaba él.
Un
día, al acostarse, pensó que no tenía ilusión porque amaneciera,
ya que le esperaba la misma rutina de siempre, y así se quedó
dormido. De pronto, se despertó sobresaltado, creyendo que se le
hacía tarde. Fue al cuarto de baño y al mirarse en el espejo se vio
completamente deformado, con un rostro feo, casi repulsivo. Entonces
pensó: Señor, si solamente tuviera un rostro normal, sería feliz.
Fue a despertar a su mujer y de pronto recordó que era soltero,
vivía solo, y pensó: Dios mio, si tuviera una mujer e hijos que me
acompañaran, sería feliz. Mas tarde, de camino al trabajo, se dio
cuenta de que el día anterior le habían despedido.¡ Dios mio!,
exclamó, ¡qué va a ser de mí! Y ya en el colmo de la
desesperación, bañado en sudor, se despertó y y tomó conciencia
de que había sido un sueño, o mas bien una pesadilla.
Se
levantó, y al ver a su mujer en la cocina preparando el desayuno, le
acarició el pelo y le dijo: ¡ qué guapa estás esta mañana!, besó
a sus hijos y se fue, silbando feliz, a su trabajo. Solo entonces
recordó que era Navidad, y pensó: Señor, si me permites conservar
lo que tengo, nunca mas me quejaré. De ahora en adelante en mi vida
va a ser siempre Navidad.
Por
Rosa Carmen Sánchez.
aquellosmarav80.blogspot.com
@rosacsp
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